A Nico González (A Coruña; 19 años) le sentó fatal que le sentaran durante una semifinal de cadetes en el MIC [torneo internacional en la Costa Brava] frente al Shakhtar Donetsk. El técnico, entonces, le llamó al orden y se reunieron esa misma noche en una de las habitaciones del hotel y, con dureza pero mano derecha, le vino a decir que se había descoordinado y que su cabeza no iba a la misma velocidad que sus piernas, sobre todo porque en ese curso había crecido 18 centímetros (ahora mide 1,89 metros) y aumentado 20 kilos. Pero que no le podía poder la presión y que con tenacidad y paciencia harían de él un futbolista. “Es un chico súper competitivo al que no le gusta perder ni a las cartas, pero ese año fue duro. Superado el mal trago, sin embargo, siempre ha demostrado lidiar con la presión porque lo que hace ahora en el primer equipo es lo que hacía de niño”, expone un trabajador del club; “tiene una sangre fría brutal, nunca le quemó el balón y desparrama una personalidad en el campo sorprendente porque fuera del césped le gusta pasar desapercibido”. No lo hizo, sin embargo, para el área deportiva ni para Koeman, tampoco ahora para Barjuan.