En Australia arde un problema que nos afecta a todos. Los incendios que desde septiembre están inquietando con gravedad al país y que se han cobrado la vida de 25 personas no solo suponen una adversidad local que empieza y se acaba entre sus cuatro puntos cardinales. Este inconveniente difícil de digerir traspasa las fronteras australianas y las más de seis millones de hectáreas calcinadas suponen una amenaza atmosférica global.
El domingo, la ciudad de Aukland, Nueva Zelanda, estaba cubierta por el mismo manto de humo que abarcaba casi la totalidad del este y el sur de Australia. Miguel, un español residente en el oeste de la isla norte neozelandesa, viajó el pasado domingo junto a su familia desde Sydney y afirmó a Yahoo! que en el momento de aterrizar, el piloto se vio obligado a calmar a los pasajeros, quienes mostraron su inquietud por el humo que entró en la cabina del avión. Era tal la densidad y extensión de la humareda, que el cielo se tornó rojizo durante horas.
Según el meteorólogo kiwi, Philip Duncan, las temperaturas en el oeste y el norte de Nueva Zelanda se redujeron entre cuatro y cinco grados debido a la nube proveniente de Australia. Cuentan los más longevos que jamás habían experimentado una situación similar.
La distancia entre Sydney y Aukland es de poco más de dos mil kilómetros. Alrededor de 12 mil km separan la ciudad australiana de la costa de Chile. Ese trecho no ha sido impedimento para que el humo haya hecho acto de presencia e incluso haya cubierto parte de Argentina. Desde la Dirección Meteorológica de Chile (DMC), según afirmaron a T13.cl, esa bruma que está cubriendo diversas zonas son la consecuencia de los incendios en Australia y la Patagonia sufre la mayor concentración.
La amenaza de los incendios a nivel global va más allá de la presencia de intensas nubes de humo en otros países. Las cantidades de CO2 que los fuegos están expulsando a la atmósfera están siendo críticos con unas emisiones que rondan los 350 millones de toneladas de dióxido de carbono. El cupo anual de Australia es de 532 millones de toneladas, es decir, en tres meses y medio ya se han emitido dos tercios de esa cantidad. Según afirmó David Bowman, investigador de la Universidad de Tasmania, las emisiones de CO2 quedan neutralizadas por la acción de la inmensa vegetación australiana. Sin embargo, en esta ocasión no está siendo el caso.
“Generalmente los bosques hacen su trabajo, pero debido a que hay una gran sequía la capacidad par que éstos se regeneren es limitada. Los extremos climáticos dan una doble bofetada, incendios más frecuentes y escasez de agua”, señaló a Sydney Morning Herald.
Según el reporte CSIRO sobre el Estado del Clima, el calentamiento global está detrás de la proliferación de incendios en Australia y del hecho de que estén comenzando en primavera como ha sucedido este año. Ocho de los 10 años más calurosos en el país desde que se comenzaron a registrar en 1950 sucedieron desde 2005. Las lluvias de invierno ayudan a reducir las opciones de que se generen fuegos en verano pero su detrimento está provocando un efecto contrario. Tal y como explica el estudio, desde 1990, las lluvias durante los meses más fríos (desde abril a octubre) han sufrido un descenso del 11 por ciento en el sureste de Australia y de un 18 por ciento en suroeste.
Las opciones de que las llamas se extiendan con facilidad y la imposibilidad de controlarlas incrementan, tal y como se está viendo este año. Un tuit de Steve Nesbitt, un profesor de Ciencias Atmosféricas de la Universidad de Illinois generó un debate en la red tras su publicación.
“Me estoy empezando a preguntar de qué manera este calor sensible y diabático (de los fuegos) pueden estar modificando la circulación a gran escala… y los modelos globales no tendrán ni idea de no ser por la asimilación de datos”, escribió en Twitter en una frase que viene a decir básicamente: ¿Está cambiando la intensidad de calor y humo el comportamiento del clima? ¿Cómo responderán los modelos globales de los pronósticos ante esta situación?
La cuestión es inquietante ya que, según expertos, hay evidencias de que los graves incendios en Australia afectarán de manera global y podrían ser comparables con el fenómeno de El Niño, es decir, cómo la anomalía de las aguas extremadamente cálidas en la parte ecuatorial del Océano Pacífico, unida a los cambios de la circulación atmosférica provocan cambios en los comportamientos del clima en diversas partes del mundo. En este caso, existe una circunstancia llamada nube pyrocumulonimbus (pyroCbs) o ‘nube de fuego’. Este tipo de nubes se forman cuando los incendios generan suficiente calor y humedad en la atmósfera. Cuando se dan las condiciones apropiadas se producen tormentas eléctricas y columnas de aire expulsado con fuerza hacia abajo. Además, la combinación de cómo el humo y la neblina provocan un enfriamiento en la superficie, mientras que los aerosoles oscuros que se hayan en la columna de aire tienen la capacidad de absorber la energía solar, lo que calienta esa parte de la atmósfera. Otras investigaciones hablan de la posibilidad de que las nubes de fuego puedan llegar hasta la estratosfera y permanecer allí durante cinco meses mientras crean una capa de calor sobre la atmósfera que absorbe la energía solar.
“En las últimas décadas, los factores climáticos como gases de efecto invernadero y cambio en el uso del suelo han dominado los factores climáticos naturales en cuanto al calentamiento de la superficie. Sin embargo, incluso en escalas de tiempo más cortas, el forzamiento radiativo (la diferencia entre la insolación (luz solar) absorbida por la Tierra y la energía irradiada de vuelta al espacio) puede tener un impacto en nuestro clima, por lo que no es sorprendente que una erupción volcánica o tal vez grandes incendios forestales australianos puedan alterar el clima global”, explicó.
El impacto de estas anomalías entre frío y calor a medio y largo plazo es difícil de predecir para la comunidad científica y aún hay varias preguntas que no encuentran respuesta. ¿Perturbarán de manera sensible a la atmósfera estas oscilaciones de frío y calor? ¿Se generarán tormentas y huracanes extremos? ¿Cómo afectará a los océanos?
Puede que estemos ante una nueva realidad, ante otra consecuencia del calentamiento global generado por las emisiones, las cuales a su vez impactarían en fenómenos como la sequía y las altas temperaturas, elementos clave para que se produzcan incendios. Si se cumplen los peores pronósticos, las emisiones de CO2 se multiplicarían, las variaciones atmosféricas serían una constante y el calentamiento global se vería afectado más si cabe. Estaríamos ante un proceso de eterno retorno que demostraría que las consecuencias de incendios masivos como los que se están produciendo en Australia no son un problema local, sino global.