El futuro de la búlgara Kristalina Georgieva como directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI) se abate como una losa sobre la reunión de otoño de la institución, la cita más importante del año, marcada en esta convocatoria por una recuperación en entredicho a causa de la inflación, el desabastecimiento por cuellos de botella en la cadena de suministros o las dudas que arroja la variante delta del coronavirus sobre economías como la estadounidense, además del desigual acceso a las vacunas. Presuntas irregularidades supuestamente instigadas por Georgieva para favorecer a China mientras trabajaba en el Banco Mundial han abierto una brecha entre dos bloques en apariencia irreconciliables: los que piden su renuncia, con EE UU al frente, y los europeos, partidarios de que continúe. Tras dos semanas de investigación maratoniana, la institución confía en poder cerrar la crisis “muy pronto” con la publicación de un informe sobre la conducta de la economista búlgara, según un comunicado hecho público el domingo.