Las escarpadas rutas que llevan hasta el memorial del Monte Rushmore están completamente desiertas. En tiempos de pandemia, este concurrido sitio turístico de Dakota del Sur sólo atrae a un puñado de visitantes felices de escapar del confinamiento.
Cansados de escuchar cómo cada día crece el número de contagiados y fallecidos en su ciudad, Chicago, Linda y Stevie Easterling estaban deseosos de cambiar de aire.
Un día llenaron su automóvil de «barbijos, guantes y toallas desinfectantes» y partieron rumbo al oeste, hacia uno de los pocos estados que en su país no dispuso el confinamiento de la población.
«Probablemente estamos más seguros aquí», dice Linda, contenta de «matar dos pájaros de un tiro» y poder tachar un nuevo lugar de su «lista de cosas para ver».
Detrás de ella se levantan las monumentales cabezas de los expresidentes George Washington, Thomas Jefferson, Theodore Roosevelt y Abraham Lincoln, talladas en el granito de la cadena montañosa de las Black Hills.
A la entrada del sitio, donde habitualmente unos guardias cobran 10 dólares por vehículo, las barreras para acceder a los prácticamente vacíos estacionamientos están levantadas. El centro de información, la cafetería y la tienda de souvenirs están cerrados, pero los turistas pueden pasear libremente por el lugar de 5H00 a 23H00.
«Ahorramos diez dólares y pudimos estacionarnos justo delante de la entrada», dice Duston Cox, que se desvió ligeramente de su ruta al volver de una misión profesional en Montana.
Su pareja, Jatonna Miller, también encuentra algunas buenas razones para estar satisfecha. «Hay menos gente y menos tránsito», dice. Pero matiza: «Está bueno, aunque da un poco de tristeza ver cómo sufre la economía por todo esto».
– Pueblo fantasma –
A escasos kilómetros de allí, Keystone parece un pueblo fantasma del Far West. Todd Wicks no se amilana, a pesar de que en su tienda no hay nadie: después de todo, en esta parte de Estados Unidos la temporada turística comienza a mediados de mayo.
Wicks dice estar «contento» por la decisión de la gobernadora de Dakota del Sur de no imponer una cuarentena general en su estado.
«La mayoría de la gente no tiene por qué tener miedo. Mientras uno se lave las manos, creo que es posible viajar sin correr riesgos», dice.
El confinamiento de la mayoría de la población y la suspensión de los vuelos internacionales han afectado sin embargo la concurrencia al memorial, «claramente inferior a la que se nota en esta época del año, cuando recibimos a muchísimos escolares», dice Maureen McGee-Ballinger, una guardabosque.
El Monte Rushmore, que atrae a más de 2 millones de visitantes cada año, es uno de los pocos sitios administrados por el servicio de parques nacionales que permanece abierto. Otros, como los populares Grand Canyon, Yellowstone y Yosemite, han ido cerrando.
«Queremos ofrecer a la gente la posibilidad de airearse», confía McGee-Ballinger antes de posar para una foto con un mensaje de felicitaciones a Peyten, una joven aspirante a «ranger» que cumple 14 años y está confinada en Kentucky.
Para darse aliento en vista de las 14 horas de autopista que lo esperan en su viaje de vuelta de Chicago, Stevie Easterling contempla por última vez las «espectaculares» cabezas presidenciales, esculpidas entre 1927 y 1941 bajo supervisión de Gutzon Borglum.
El artista eligió a Washington (nacimiento), Jefferson (crecimiento), Roosevelt (desarrollo) y Lincoln (preservación) para representar cuatro períodos clave de la historia estadounidense.
¿Tendría Donald Trump un lugar en este «santuario de la democracia»?
«Dejemos a este lugar tal como está», responde Stevie Easterling con una sonrisa que deja claramente entrever su pensamiento.