Un aire como de Guerra Fría sopla por los organismos internacionales en Bruselas tras la expulsión de los últimos espías rusos que se hacían pasar por diplomáticos ante la OTAN. La capital europea de tantas cosas y también del espionaje verá marcharse el 1 de noviembre a los últimos miembros de la Embajada de Rusia ante la Alianza Atlántica, clausurada por Moscú tras la continua purga de sus representantes ―la última, el pasado 6 de octubre―por parte de la Alianza Atlántica. La delegación, según los servicios occidentales de contraespionaje, se había convertido en una plataforma de entrada en Europa de agentes del Kremlin.